En un día soleado fue la pizca del amaranto rojo en el patio de la escuela, los niños disfrutaron desde transportar la carucha, tocar la tierra, descubrir la semilla entre sus manos y compartir entre risas la cosecha.




Una posibilidad de vivir la interrelación de todo lo que nos rodea, de sentir el latido de la Tierra y asombrarse de los ciclos de la vida.
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